Nadie estaba en el mundo cuando me escape
y lloraban las estrellas con su voz de cristal
recorri los mares para hallar algo pero
nadie me dijo donde podía encontrarlo...
Nadie estaba alli, donde las angustias son tan
tristes, ni siquiera un pajaro, con su nube de sombra
pero se escapaban los dias y eran grises las tardes
no sé si esto quería decír algo, pero nadie
me lo dijo...
Nadie llegó a mi lado, nadie, pero yo seguí solo,
recogiendo los pedazos de estrella, juntando
las rojizas cenizas de el alma de la tierra,
en silencio, sin un pestañeo ni una lágrima,
el sudor era de arena, de arena negra como
un pozo sin caridad alguna...
Nadie estuvo, cuando me pregunto un pez,
hacia donde dirigirse para llegar al arcoiris,
yo le dije, ve hacia donde la lluvia se enamora del sol
y asi lo hizo, se saco las aletas y empezo a andar con
dos patitas diminutas, por los caminos inexistentes
llenos de piedras de sal.
En mi esqueleto nadie hizo señal alguna,
y nadie apareció, por eso me tuve que enterrar yo mismo,
con ayuda de la muerte, que siempre solícita,
me echo una mano, para morir...
Nadie me trajo flores...ya no existían flores en aquel mundo
sólo yo en mi tumba, el pez, y el arcoiris...
y lloraban las estrellas con su voz de cristal
recorri los mares para hallar algo pero
nadie me dijo donde podía encontrarlo...
Nadie estaba alli, donde las angustias son tan
tristes, ni siquiera un pajaro, con su nube de sombra
pero se escapaban los dias y eran grises las tardes
no sé si esto quería decír algo, pero nadie
me lo dijo...
Nadie llegó a mi lado, nadie, pero yo seguí solo,
recogiendo los pedazos de estrella, juntando
las rojizas cenizas de el alma de la tierra,
en silencio, sin un pestañeo ni una lágrima,
el sudor era de arena, de arena negra como
un pozo sin caridad alguna...
Nadie estuvo, cuando me pregunto un pez,
hacia donde dirigirse para llegar al arcoiris,
yo le dije, ve hacia donde la lluvia se enamora del sol
y asi lo hizo, se saco las aletas y empezo a andar con
dos patitas diminutas, por los caminos inexistentes
llenos de piedras de sal.
En mi esqueleto nadie hizo señal alguna,
y nadie apareció, por eso me tuve que enterrar yo mismo,
con ayuda de la muerte, que siempre solícita,
me echo una mano, para morir...
Nadie me trajo flores...ya no existían flores en aquel mundo
sólo yo en mi tumba, el pez, y el arcoiris...
te entiendo...
ResponderEliminarno sabes cuanto...
Me gusta especialmente por su pureza. Un brindis por tu belleza. Besitos.
ResponderEliminarBellísimo poema, amigo mío. Tiene el toque justo de melancolía. Un beso con diamantes para ti.
ResponderEliminar